|
Siguiendo los pasos de Luis Suárez, el ídolo inglés John Terry fue suspendido y multado por insultos racistas. Renunció a la selección.
Por estos lares, todo el mundo recuerda el episodio de Luis Suárez y Patrice Evra. El jugador francés del Manchester United denunció al delantero uruguayo del Liverpool por haberle proferido insultos raciales durante un partido entre sus equipos el año pasado. Como resultado, el exNacional fue castigado por la Federación Inglesa de Fútbol (FA) con ocho partidos de suspensión y más de 40 mil libras de multa (US$ 64.000). Más o menos en esa misma época y en otro match, el defensor John Terry, del Chelsea, le dedicó un "fucking black cunt" (algo así como "negro de mierda", pero con más, si cabe, carga agraviante) a Anton Ferdinand, del QPR. La Justicia británica lo absolvió el 13 de julio de las acusaciones de racismo, pese a la postura contraria de la fiscalía.
Para todo observador parcial de las dos situaciones, la que mostraba una carga más agresiva de racismo fue, justamente, la que no fue sancionada. Había una diferencia fundamental: Luis Suárez es uruguayo ("sudaca", para un porcentaje de los europeos mayor a lo saludable), fue acribillado por la prensa británica y jamás se tomaron en cuenta sus descargos (más allá de que haya existido un insulto). Y por otro lado, John Terry (31) es, o era, el capitán de la selección inglesa; el defensa recio y admirado, el que creció en un hogar obrero en un barrio difícil de Londres (Barking), el que guió a su club a las mejores páginas de su historia y el que desde 2003 ha jugado 78 partidos internacionales con el combinado nacional. Es un símbolo futbolístico de la Rubia Albion.
Pero es un símbolo nacional que puede quedar en el pasado. Hace siete días sorprendió a la afición futbolística de su país al anunciar que abandona la selección inglesa. Es que la FA -que parece no querer quedar como una institución xenófoba o partidaria del doble rasero- decidió tomar cartas en el asunto. Un día antes, Terry y Ferdinand se habían vuelto a ver las caras en la comisión disciplinaria de la federación. El ahora excapitán inglés dijo que ese organismo le hacía "insostenible" su situación en la selección nacional. Mucho peor fue la noticia que recibió el jueves, cuando el organismo rector del fútbol de ese país decidió suspenderlo por cuatro partidos y multarlo por 220 mil libras (unos 355 mil dólares). Al cierre de esta edición, no se sabe si el jugador ha decidido apelar o no.
En su blog El ojo de Londres, el periodista uruguayo Álvaro Levrero, residente en la capital británica y colaborador de El País, había publicado el lunes 24 que el jugador "decidió que el papel de víctima frente a la opinión pública y la prensa le sentaría a las mil maravillas". Efectivamente, el adiós a la capitanía de la selección dividió las aguas entre los que creen justa la decisión y los que consideran un ensañamiento contra un ídolo local que, después de todo, ya había sido absuelto por la Justicia.
Antes que la FA reabriera el caso, el 15 de septiembre, se enfrentaron el QPR y el Chelsea. Previo a ese partido, Anton Ferdinand se negó a estrecharle la mano a Terry. Cualquier parecido con Suárez-Evra no es una mera coincidencia.
AFFAIRE. La prensa sensacionalista inglesa se suele hacer un picnic con John Terry. Alguna vez fue por su padre, que fue detenido vendiendo cocaína. Otra vez por su madre y su suegra, encontradas robando mercadería en un shopping. Y, como escándalo top, el defensor perdió momentáneamente la capitanía en 2010, poco antes del Mundial de Sudáfrica, por un lío de faldas.
En enero de ese año se supo que John Terry había mantenido un romance con la modelo francesa Vanessa Perroncel, quien no sólo era muy amiga de su esposa, Toni Poole, sino que era la novia de Wayne Bridge, otrora compinche, otrora compañero de la selección inglesa y del Chelsea. Otrora...
Cuando ese escándalo salió a la luz, Terry perdió por un tiempo la capitanía de la selección. La afición futbolera inglesa lo atacó duramente, acusándolo de minar la moral del equipo con vistas al mundial. El propio Wayne Bridge, que ya había pasado al Manchester City, decidió renunciar a la selección. Cuando ambos volvieron a verse las caras, en febrero de ese año, Bridge se negó a estrecharle la mano a su examigo antes del partido entre sus equipos; se sabe, no es la única vez que le ha pasado.
Con el tiempo, el escándalo se diluyó. Al no encontrar un capitán con las credenciales de Terry, la cinta volvió un año después a su brazo. Ahora su nombre vuelve a estar en el tapete y otra vez por temas extrafutbolísticos. Por momentos idolatrado y por otras fustigado (ya son conocidas sus aficiones a las juergas y el alcohol), este deportista ya sabe cabalgar entre la idolatría y el rechazo de los fanáticos.