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 Sábado 01.10.2011, 07:44 hs l Montevideo, Uruguay
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Qué Pasa

La nueva cara brasileña

Dilma Rousseff habla sobre ser mujer, la corrupción, su estilo, las lecciones de la cárcel y cómo logró que los brasileños olviden a Lula.

Marc Margolis, NEWSWEEK

De las muchas historias de guerra que Dilma Vana Rousseff cuenta de su tránsito desde revolucionaria a burócrata de carrera y presidenta de Brasil, hay una que siempre se repite. Fue al comienzo de la carrera para suceder a Luiz Inácio "Lula" Da Silva, cuando los brasileños se estaban haciendo a la idea de vivir sin su hiperpopular líder, el "padre de los pobres". Un día en un concurrido aeropuerto se le acercó a Rousseff una mujer y su pequeña hija para conocer a la candidata. "¿Puede una mujer ser presidente?", quería saber la niña, apropiadamente llamada Vitória. "Sí, puede", contestó Rousseff. Con esa respuesta, Vitória se dio vuelta orgullosa.

Rousseff sonríe mientras cuenta el episodio en el palacio presidencial en Brasilia. Son cerca de las seis de la tarde y el feroz sol sobre el altiplano central brasileño está apagándose, pero aún falta mucho para que termine la jornada de Rousseff. Inundaciones en el sur dejaron a miles sin hogar. El trabajo de construcción para el mundial de fútbol de 2014 está demorado. La prensa aún se hace un festín con los restos de los escándalos de corrupción que le llevaron cinco ministros en nueve meses. Y sin embargo, Rousseff con su chaqueta fucsia, pantalones negros y unos enormes aros de perlas, se muestra tranquila mientras habla de Brasil, la economía mundial, la pobreza y la corrupción. Su pelo es lustroso, sus mejillas están llenas de rubor, sin rastros de las extenuantes sesiones de quimioterapia para combatir el linfoma que se le descubrió en 2009. Por más de una hora, no paró de hablar, disparando datos, y paseándose cómodamente por la generación de empleo ("creamos 1.593.527 en los primeros seis meses") a T.S. Eliot ("Miércoles de cenizas" es su favorito), y de cómo las mujeres pueden reescribir las reglas del compromiso político. "Cuando era pequeña, era ser bailarina o bombero", dice. "No sé si es un mundo nuevo, pero está cambiando. Que una niña pregunte si se puede ser presidenta es un progreso".

Para aquellos que aún lo dudan, la Asamblea General de las Naciones Unidas que se está realizando en Nueva York es el retrato de un nuevo orden mundial. Por allí andarán o anduvieron la secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton y Angela Merkel, la canciller alemana, quien tiene en sus manos la suerte de la agobiada Unión Europea. Aún más, cuatro de las 20 mujeres que son jefas de gobierno (12 de las cuales eran esperadas en la Asamblea) vienen de América; las otras son Cristina Kirchner de Argentina, Laura Chinchilla de Costa Rica y Kamla Persad-Bissessar de Trinidad y Tobago. Y el 21 de setiembre, cuando Rousseff subió al podio, fue la primera mujer en dar el discurso de apertura en ese océano de trajes y corbatas desde la fundación de la ONU.

La llegada de Rousseff coincide con el despertar de Brasil. El año pasado la economía creció 7,5%, dos veces el promedio mundial y estará en un respetable 3,5% en un pesimista 2011. Mientras las naciones más ricas intentan no caer en recesión, Brasil intenta enfriar su abrasadora economía. Brasil incluso jugó con la idea de sacar de apuros a la euro-zona. "Debemos estudiar una manera de que las naciones emergentes ayuden a Europa", dijo Guido Mantega, el ministro de finanzas. "En 2008 ayudamos a aumentar la capacidad de fondos del FMI de 250 mil millones a un billón. Podemos hacer algo así ahora". Nadie en su sano juicio espera que Brasil salve a Grecia. Pero quién hubiera imaginado esto de un lugar que hace 15 años era un eslabón roto en el orden financiero mundial. "Los llamaron el país del futuro", le dijo Barack Obama a un repleto teatro en Río de Janeiro en marzo. "Los brasileños deberían saber que el futuro ya llegó".

Ha sido un largo camino. Cuando Rousseff asumió en enero a los 63 años, nadie sabía qué esperar. Era una recién llegada a la política, más conocida por su pasado como guerrillera marxista durante la dictadura y luego como una funcionaria. Nunca se había postulado a un cargo electivo hasta que Lula la escogió como su sucesora. ¿Cómo iba a seguir los pasos del "político más popular del mundo", como Obama dijo de Lula?.

Al no poder presentarse a un tercer mandato, Lula no solo lanzó la campaña de Rousseff sino que, esencialmente, la inventó como candidata, algo así como un Pigmalión tropical. Pero si él era carismático, ella es más reservada, más cerca de preparar PowerPoints en su casa que de encargarse de los asuntos de Estado.

A casi nueve meses de asumir, Rousseff ha conseguido imponer su subestimado estilo en el país que fue de Lula. "Es una administradora avezada que gusta de la eficiencia. El trabajo es su hobby", dice el multimillonario minero Eike Batista. Otro magnate, Nizan Guanaes, coincide. "No está haciendo política o marketing de sí misma. El país siente que hay alguien a cargo", dice Guanaes, CEO de Grupo ABC, la compañía más grande de servicios de marketing. "Brasil ha sido gobernado por un profesor, un líder sindical y ahora una mujer, una señal extraordinaria de madurez. Nuestro hombre del año es una mujer".

No todos están tan encantados. El experto en energía, Adriano Pires del Centro para Infraestructura, ve fallas en el microgerenciamiento. Cuando su poderoso jefe de gabinete fue acusado de enriquecerse con clientes del gobierno en la campaña electora, los enemigos de Rousseff dijeron que eso dañaba su credibilidad por demorarse en despedirlo. Por eso, no dudó en echar a otros ministros sospechados.

Dos veces divorciada y abuela, Rousseff es discreta sobre su vida privada. Vive con su madre ("la Dilma original", bromea la señora), una tía y un labrador negro en el Palacio Alvorada, la residencia oficial. Se levanta temprano para una caminata en los jardines, se devora un resumen de las noticias en su iPad, y está en su despacho a las 9.15, donde se queda hasta las 21. Se mantiene en contacto con su ex marido, Carlos Araújo, quien voló a Brasilia cuando a ella le diagnosticaron cáncer. Durante la ceremonia del Día de la Independencia se la vio con su nieta en la falda.

En el trabajo es inflexible, incluso taciturna y de pocas pulgas. Hay historias de empleados llorando tras una reprimenda presidencial. El ministro de Desarrollo. Fernando Pimentel, quien conoce a Rousseff desde que eran guerrilleros, explica eso de su fama de dama de hierro. "Dilma suele decir que ella es la solitaria mujer dura rodeada de hombres cordiales", dice. "A veces hay que ser incisivos para prevalecer". Joao Santana, el asesor que ideó su campaña, va más allá. "Dilma es la nueva cara de Brasil: segura de sí misma, menos ansiosa por complacer, generosa pero no aduladora. Ella sabe lo que vale".

Eso la ha ayudado en Brasilia. La coalición de 10 partidos liderada por el Partido de los Trabajadores que la llevó al poder está más o menos bajo control. Transformó los escándalos de corrupción en una victoria política, usándolos como una oportunidad para purgar funcionarios con los que estaba disconforme. En las vacantes que dejaron puso gente de su confianza y colegas, entre ellas muchas mujeres incluyendo la jefa de gabinete, Gleisi Hoffman, la ministra de Planificación, Miriam Belchior y la ministra de Relaciones Institucionales, Ideli Salvatti.

Las mujeres son un tercio del gabinete de Rousseff, un matriarcado en el corazón de la masculina Brasilia, cuyo leitmotif es fidelidad a Rousseff, no a los líderes partidarios. Incluso Lula, que no suele mostrarse superado, se muestra recatado. "Cuatro años no es suficiente para alguien que va a gobernar ocho años", dijo. Rousseff, la presidenta testaferro, se volvió la política alfa de Brasil. "Esto es Pigmalión al revés", dice el analista político, Amaury de Souza. "La criatura está devorando a su creador".

Puede estar exagerando un poco. A pesar de que Rousseff no pierde oportunidad de elogiar a su padrino, nunca fue la inocente política que sus rivales quisieron mostrar.

Su carrera comenzó con la protesta radical. Rousseff era una liceal en Belo Horizonte cuando se inició la dictadura militar en 1964. Como muchos jóvenes de su época se unió al movimiento estudiantil y cuando éste fue declarado ilegal, se fue a la Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares (Var-Palmares).

Rousseff dice que nunca usó un arma (aunque era buena limpiándolas) porque era demasiado miope para disparar. Pero ayudó a desarrollar la estrategia del grupo que incluía asaltos a mano armada a bancos. Fue arrestada en 1970 y en San Pablo fue torturada pero, al parecer, nunca se quebró y dio solo nombres y pistas falsas. Estuvo presa y cuando salió, tres años después, había perdido 40 kilos y su glándula tiroidea estaba destrozada. Tenía 25 años.

Cuatro décadas después de eso, nadie espera que Rousseff lidere una revolución. Se necesitan tres quintos del Congreso para reformar el deficitario sistema de pensiones o sacar adelante una reforma tributaria. "Pero hay tanto que puede hacer por los costados", dice Matthew Taylor, cientista política de la Universidad de San Pablo. Actualizar los asimétricos servicios públicos, sería un buen comienzo. Durante años, dijo Rousseff, "el Estado está demasiado hinchado en algunas áreas y demasiado flaco en otras". Y agregó: "debemos responder a las demandas de un país en crecimiento profesionalizando el servicio público, promoviendo a la gente en base a sus méritos. Ningún país ha conseguido buenos niveles de desarrollo, sin reformar su servicio público".

Rousseff ofrece pocas alegrías al lobby de las recaudaciones y los gastos. "La constitución de 1988 promete cuidados de salud universales, de calidad y gratuitos", dice. "En ningún lado se consigue eso sin dinero". Delfim Netto, el ex zar de la economía brasileña durante de la dictadura, está impresionado. "Dilma tiene una visión de Brasil pero también sabe que no hay que violar los principios internacionales de la contabilidad".

Enderezar los libros es algo que va a llevar tiempo, dice Rousseff. Es una lección que aprendió hace mucho, cuando su dirección no eran los palacios de mármol del Planalto, sino una cárcel paulista. "En prisión, uno aprende a sobrevivir, pero también que los problemas no se resuelven de la noche a la mañana. En prisión hay que esperar. Esperar incluye necesariamente tener esperanza y si se pierde la esperanza, llega el miedo. Yo aprendí a esperar".

Elegida para el gobierno

Cuando un escándalo de coimas sacudió al gobierno de Lula en 2005 e hizo caer a la mano derecha del presidente, éste nombró a Rousseff jefa de gabinete. Desde esa posición, Rousseff gobernaba prácticamente a la ciudad de Brasilia, mientras Lula iniciaba una hiperactividad diplomática para posicionar a Brasil como fuerza mundial. Ya era la heredera.

Al estribo de una potencia emergente

La última visita que la presidente de Brasil hizo a Uruguay fue en mayo, cuando visitó las instalaciones del LATU y los países firmaron varios acuerdos en materia de energía y telecomunicaciones. El presidente José Mujica ya había dicho, durante la presidencia de Lula, que Uruguay debía viajar al estribo de la potencia brasileña. Fue algo que repitió cuando vino Rousseff y que demostró, entre otras cosas, al decidir que la norma para la futura televisión digital en el país sea la brasileña.

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