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DESDE EL ARCO por José Mastandrea
La piola se corta por el lado más fino. Y en el fútbol siempre pasa lo mismo. Cuando los resultados no se dan, cuando las campañas no convencen, cae el técnico. No importa que los jugadores hayan errado goles o que los defensas hayan sido un desastre. El que paga los platos rotos es el entrenador.
Pero no sólo pasa en el fútbol uruguayo. Sucede en todas partes del mundo. La salida de Ferrín en Defensor es una perla más.
Y si hubiese perdido Danubio, quizás la víctima de turno hubiese sido Jorge Giordano. Esta vez zafó porque su equipo ganó, pero sigue teniendo la espada de Damocles sobre sus hombros.
Así es muy difícil sostener cualquier propuesta, cualquier proyecto futbolístico.
A Defensor le fue muy bien cuando mantuvo contra viento y marea al `Polilla` Da Silva en el cargo. Y eso que al comienzo, no le fue nada bien.
Nacional logró ganar el Uruguayo cuando sus dirigentes hicieron caso omiso a las críticas y los silbidos que caían sobre Gerardo Pelusso.
Claro, a veces puede más el hincha que el dirigente. Y está mal.
Ovación digital
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