DANIEL ROSA
Cuando una vida se siega a los 22 años inevitablemente suena a injusticia. Cuando esa vida estaba plena, transmitía energía positiva y era un ejemplo a seguir, es un gran dolor. Y cuando esa vida es la de alguien tan humilde y querible como Diego Rodríguez, a uno se le desgarra el corazón. Quiero guardarme su imagen de gran tipo, quiero llevar para siempre colgada esa sonrisa con la que transitaba incluso en los momentos en que las cosas no salían. Me quedo con el botija que no sabía qué decir el día que le hice la nota porque había sido ascendido a Primera. Me guardo para siempre el recuerdo de que era quien me sacaba una botellita de agua fría de la cocina de Los Céspedes cuando hacía mucho calor y yo me pasaba la mañana cocinándome al sol. Me quedo con la amargura de no haberlo entrevistado más veces. Lo único que me queda es mostrarle al mundo lo gran tipo que era y encargarme de que nunca lo olvidemos.