MATÍAS CASTRO
Parece que atacar a Luis Miguel y acusarlo de ser mal padre está de moda. Al menos es lo que se ve en todas las repeticiones sobre lo que dice la actriz Aracely Arámbula, su ex, en cuanto a la nula atención que le presta a sus hijos. Y que esté de moda hablar de sus responsabilidades como padre no quiere decir necesariamente algo malo, pero sí que es el tema del momento. Desde que habló públicamente y lo acusó de no pasarle un pensión a sus hijos la cuestión quedó instalada y ha sido repetida hasta el hartazgo. La repetición, indudablemente, se basa más en la popularidad de él y la capacidad de su nombre para aumentar la venta de revistas, que en el verdadero interés del asunto.
Es que una vez que se reveló que es un mal padre, o que se lo acusa de serlo, la historia termina. Salvo que él diga o haga algo, cosa que no ha ocurrido.
Lo que sí ha ocurrido es que como para balancear las cosas con respecto a su imagen, el blog Vida de celebridad aseguró estos días que Michelle Salas, la hija que tuvo antes con Stephanie Salas, tiene un guardaespaldas que él paga. Luis Miguel demoró mucho tiempo en reconocerla como su hija, la mayor de todas y ahora adolescente, pero aparentemente la cuida. ¿Luis Miguel es buen o mal padre? ¿Porqué desconoce a dos hijos y tiene trato con otra, aunque lo haya comenzado tarde? Esas son las preguntas que, en el fondo, mueven la mención constante de estas historias.
Al menos hay algo de intriga apoyada en un estigma de mal padre. Tiene dinero y fama pero algo malo esconde, así es más o menos el razonamiento que está detrás de todo. Todo esto contribuye a que su figura sea menos plana y menos superficial, y, por lo tanto, más interesante. Al menos ya no se trata solo del divo que está sobre el escenario y se mueve con su banda, o que sale en las revistas y en los videoclips, sino que es una persona con defectos serios. Y, obviamente, nadie dejará de comprar sus discos por esto.