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Hace 25 años, el actor dudaba si ¿Quién le teme a Italia Fausta? iba a durar una semana. Sobreviviente de épocas duras, hoy es uno de los artistas más reconocidos del país.
LEONEL GARCÍA
Petru Valensky ama a los galgos. "Son buenos, dulces, fieles y tienen una melancolía, una inocencia, que me encanta". Él conoce de bichos. Estuvo 21 años trabajando en una veterinaria. "Entré a los 14 repartiendo medicamentos. Había que pucherear. ¡Cabaret (1989) la ensayé bañando perros!".
La sonrisa acompaña el recuerdo de épocas difíciles de quien nació como Fernando Enciso en 1958. Su nombre artístico surgió porque ya había alguien llamado como él registrado en la Sociedad Uruguaya de Actores (SUA). Entonces: "Petru significa, en griego, `pájaro de boca grande`, ¡como la mía!; y el apellido fue por Margarita Valensky". Esta es la princesa Daisy, personaje de ficción que popularizó Judith Krantz, una escritora que él leía, quien debió cambiar el lujo de su vida palaciega por otra más terrenal, obligada a ganarse la vida para salir adelante.
Petru no tuvo cuna de oro, pero sí supo de pelearle a la vida. Su familia debió irse del paíscuando él era muy joven y en la veterinaria acunó sus sueños de actuar. Fue autodidacta; dijo que aprendió viendo lo que hacían Antonio Gasalla, Carlos Perciavalle o Enrique Pinti. "No tuve formación. Había salvado la prueba de ingreso de la Escuela Municipal de Arte Dramático (EMAD), pero no tenía para comer. Entonces, tenía que trabajar para pucherear (a Petru le gusta mucho esa expresión) y a su vez darme el gusto de hacer teatro".
A mediados de los 80 había que elegir: o el boleto para volver en ómnibus a casa en el Buceo desde el ensayo en la Asociación Cristiana de Jóvenes (ACJ), o comer un fainá con coca cola, lo que implicaba hacer unas 50 cuadras a pie. "Lo volvería a vivir mil veces. ¿Sabés por qué? Porque te hace crecer de manera increíble. De todo lo malo sacás algo bueno. Y por suerte te pasan cosas malas para aprender, crecer y que no te vuelva a pasar".
Petru supo realizar obras para niños en la ACJ, bajo la dirección de Washington Sassi. Antes, todavía en dictadura, había hecho espectáculos de café concert en boliches gay. Eran épocas en que realmente había que tener muchas agallas reconocerse homosexual; también para vestirse como mujer, aunque sea por motivos artísticos; él ya hacía las dos cosas. Es ya conocida la redada que sufrió en uno de estos locales en 1982, que terminó con él y los espectadores detenidos, algunos de los cuales -como él contó alguna vez- se suicidaron por no soportar la exposición mediática que se le dio al asunto. También actuó en Controversia, otro reducto gay donde iba público de todo tipo, atraídopor su energía en el escenario. Ahí conoció al director teatral Omar Varela, quien le ofreció actuar en una obra que hacía furor en Río de Janeiro: ¿Quién le teme a Italia Fausta? Dudó, pero se tiró al agua.
ÉXITO. Petru ha tenido una extensa trayectoria en televisión (ya confirmó que seguirá este año con Hola Vecinos, en Canal 10), ha incursionado en el cine (en El Chevrolé) y, de 2010 a 2012, se destacó en Carnaval, en Parodistas Los Muchachos. Se ha lucido en espectáculos teatrales como Alcanzame la polvera, Más loca que una cabra, Tres en Café Concert, y hoy está en Hay dos sin tres, con Fabián Silva, que se presenta en el Teatro Fernandino de Punta del Este y con el que viajará a Estados Unidos el viernes 18. "Es café concert clásico, como los que había en Punta en los 60 y 70". Teresa Terraza y las Hermanas Coito -junto con Marcelo "Fito" Galli- son algunos de sus personajes televisivos más recordado. Tiene shows particulares casi todas los noches. De comer salteado, ha logrado hoy poder vivir del arte y también ayudar a su familia; pero su sueño de retirarse a los 50 años e irse a vivir a Santa Ana, en Colonia, quedó para después. "Hay que seguir puchereando".
Pero decir Petru Valensky es decir Italia Fausta, la obra que terminó dándole nombre a una compañía teatral, y cuyo debut -el 6 de febrero de 1988, en el Anglo- está por cumplir 25 años. "Yo vivía en la Rambla, entre Comercio y Arrascaeta, con Cristina Echezuri, una gran amiga, gran actriz", recuerda de aquellos días. "Era la hora de la siesta, miraba el techo y le decía: `O estamos una semana en el cartel, porque esto es una locura, o estamos toda una vida`. Y esto último fue lo que ocurrió".
A Petru se le ilumina el rostro cuando habla de Italia Fausta, palabras que van más allá del humor delirante, vertiginoso, a veces surreal y negro, y otras más directo, actualizado temporada tras temporada, verdadera montaña rusa entre carcajadas, momentos emotivos y otros donde impactaba la sordidez de algunos personajes, aun bajo la clave de comedia. Ahí nació un nuevo tipo de espectadores: esos que se aterrorizaban con que este hombre vestido de mujer los tomara como "víctimas". "¡Había gente que tenía pánico! Acá había un teatro más engolado, no había teatro interactivo a ese nivel. Italia Fausta rompió con eso. Venía gente de Argentina los fines de semana; ¡atrajo al público joven al teatro, que luego traía a sus padres! Hubo un caso de una pareja que se conoció mirando la obra, y terminaron trayendo al hijo, ya adolescente: `Ves, papá y mamá se conocieron acá`". Petru hace una pausa. "Esas cosas te matan, no lo podés creer".
¿Quién le teme a Italia Fausta?, esa que Petru temía que durase una semana, estuvo 18 años en cartel en el Teatro del Anglo. Tras la muerte en 2004 de Luis Charamelo, otro de sus baluartes, se hicieron pocas reediciones. Según Omar Varela, para mediados de año está prevista una función especial de despedida en el Teatro Solís, con Petru, Virginia Méndez (también componente histórica de la obra) y Fito Galli.
AFECTOS. En el café céntrico donde se realiza la entrevista, Petru recibe el saludo de varios comensales. Se detiene y retribuye. "En la calle, tres cuadras las hice en quince minutos. Te paran de un lado y de otro", dice con una sonrisa de esas publicitarias, esas que parecen dividir a un rostro en dos. "Eso es un placer. Yo necesito recoger el cariño de la gente en la calle". ¿Por qué? "No sé. Será para suplir la falta de familia, de una pareja. Amigos tengo muchos, pero yo necesito este tipo de amor".
Petru terminó hace poco una relación de 14 años. "Quedamos tan amigos que nos hablamos dos veces por día... pero hoy por hoy no quiero tener pareja...". Su madre vive en Paraguay y su hermana en El Salvador; la distancia hace que el contacto sea espaciado. Su padre, fallecido hace 15 años, nunca lo vio actuar. "Él ya vivía fuera del país cuando comencé en el teatro. El día que murió, me avisaron en el camarín con la sala abarrotada, me preguntaron si quería suspender y buscarme un vuelo para ir a Paraguay. Yo dije que actuaba. Interiormente fue un homenaje, una actuación dedicada a el, que nunca pudo verme. El público no se dio cuenta... tuve la contención de Luis y Virginia y todo salió bien...".
Cuenta orgulloso que su familia jamás hizo drama de su opción sexual, que ya tenía muy clara desde adolescente. "Mi padre siempre decía: `Cada cual es libre de hacer de su culo un pito`. Y yo decía: `Yo hice una sinfónica`" (carcajadas). Tampoco recuerda haber sufrido nunca episodios de discriminación en los distintos ambientes en los que se ha movido. Casi nunca. "Solamente una vez tuve un caso, muy fuerte, cuando me expulsaron de un centro de estudios. Me habían invitado unos alumnos que habían visto Italia Fausta y les gustó para recibir a una nueva generación. Pero (algunas autoridades) hicieron que me echaran". Menciona a ese centro, pero pide que no se publique. Aunque pasó en 1997 se nota que aún le duele recordarlo. "No lo nombro para no darle trascendencia", dice serio. "Uno de los que me sacaba, salía entonces con un amigo mío", dice sonriente.
Salvo en ese episodio, Petru asegura haber sido un hombre de suerte. La aceptación y el reconocimiento siempre han pesado más que el rechazo de los otros en su balanza personal. En todo caso, él optó por tomar lo mejor de sus vivencias. Por suerte, diría él, pasan cosas malas. "Conmigo siempre se ha priorizado al actor y a la persona. Yo hice un trabajo de vida para ser mejor persona, para que me acepten en todos lados. Finalmente, aprendí a transmutar y revertir todo. El pasado no lo puedo cambiar; ¿el futuro?, la vida dirá; y vivo el regalo, que se llama presente. Lo vivo y lo disfruto".
Sin considerarse un activista de los más radicales, Petru Valensky ha participado en marchas en contra de la discriminación sexual en Montevideo, pero también en ciudades como Fort Lauderdale y Nueva York, en Estados Unidos. "Me parece bárbaro que la gente se exprese, la marcha, que alguien diga `soy así y al que no le gusta que cambie de canal`. Pero cuando se va a la caricatura, al extremo, ahí no me parece bien; ahí se le está dando pasto a gente a la que no hay que dárselo".
Sobre la ley de matrimonio igualitario, a meses de aprobarse en el Parlamento, destaca fervorosamente la adopción. "Eso me parece brillante. Yo incluso crié al hijo de mi expareja, que hoy tiene 23 años y al que adoro, que hoy es una persona increíble, estudiosa, trabajadora en el ramo de la gastronomía, ¡y no es gay y nunca tuvo dramas de ningún tipo!". Por el contrario, ¿se hubiera casado de haber estado vigente antes esta ley?. "No, no, no. Eso es un formalismo... No estoy en contra, porque cuando uno de los dos (de la pareja) falta, los derechos del otro quedan condicionados. Pero yo no estoy de acuerdo con el matrimonio a secas, ni el homosexual ni el heterosexual".
Años `70 a full para Petru Valensy. "Todo lo que venga de esa década, la música disco, Donna Summer, los Bee Gees, Village People (foto), Earth Wind & Fire. Esos años eran gloriosos. ¡Y el castillo de Lancelot, con el gordo Henry Mullins pasando música!".
Hablando con el cielo, de James Van Praagh, un medium autor de varios best-sellers, que sostiene la idea de la vida más allá de la muerte y la capacidad de contactarse con los seres queridos en el más allá. "Habla de qué es lo que pasa después" de la muerte, resume el actor. Al respecto, Petru se dice muy cristiano: "Creo mucho en Cristo; pero por ahí en la Iglesia no".
Si se le pregunta a Petru por un objeto material al que le tenga particular cariño, señala un reloj Cartier que tiene en la muñeca izquierda. "Me lo regalaron en Cantegrill Joyas y me encantó. Siempre quise tener un Cartier y me lo obsequiaron". La fábrica Cartier fue fundada en Francia en 1847 y a principios del siglo XX eran muy populares en la realeza británica.