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MARTÍN FABLET
Allá por los `80, cuando cursaba primer año en la Facultad de Derecho, se hacía un poco difícil conseguir lugar en las clases de Derecho Romano. Es que el Dr. Rossi Masella tenía muchos seguidores, no sólo por lo interesante de la materia, sino también porque no era muy exigente y la materia se podía aprobar cursándola. La reserva de lugar dejando libros, mochila, bolso o matera me resultaba bastante molesta. Llegabas ocho menos cinco y ya no había lugar, pero la gente no estaba. Es que los amigotes habían guardado lugar, dejando en los bancos todo eso que mencionamos. Después de varias infructuosas intentonas, me decidí por las clases por televisión, creo que por Canal 4. Aunque usted no me crea, todas las materias de primer año las podías ver en la cama sin sacarte las lagañas. Estaban Rossi Masella para Derecho Romano; el que supo ser consejero de Estado y profesor de Derecho Constitucional, el Dr. Esteva, y para Derecho Civil, Enrique Arezzo. Creo entonces que ese experimento televisivo, que duró solo un año, fue de los primeros intentos de poner en práctica una suerte de educación a distancia. Personalmente me fue muy bien. Aprobé todas las materias sin problemas. Al año siguiente no tuve más remedio que ir a clase.
La educación a distancia o también e-learning es ideal para aquellas personas que por su locación y/o trabajo les resulta difícil asistir a clase. Es más, dependiendo de la tarea, es posible estudiar durante las horas de trabajo. Todo se hace a través de la Red, permitiendo que los horarios sean muy flexibles y especialmente cómodos. Es importante apostar a la responsabilidad del estudiante, aunque muchas veces es como pedirle peras al olmo. Es que la posibilidad de estudiar cuando quieras es tentadora y obviamente se presta para el relajo. Pero quizás más importante sea la desconfianza por la falta de comunicación entre el maestro y el alumno. Básicamente, controles mutuos.
Muchos son los detalles a tener en cuenta. Por ello, una modalidad mixta me parece la más adecuada. En el mundo esta alternativa es conocida como aprendizaje semipresencial o b-learning (blended learning). Esta forma de adquirir conocimiento implica actividades presenciales y virtuales. Ni unas ni otras deberían representar menos del 25% del total de las actividades ni más del 75% de las mismas para ser considerado aprendizaje semipresencial. En mi opinión, la presencia real es fundamental, no sólo para controlar la evolución del aprendizaje, sino también para generar esa simbiosis tan necesaria entre docente y alumno. Porque la idea es aprovechar la reducción de costos, generalmente generados por el traslado y otros gastos propios de asistir a un centro educativo. Pero que el aprendizaje sea solo virtual no me convence, más aún si se trata de alumnos jóvenes. En el caso de profesionales que buscan una especialización, la situación es distinta. Hay conciencia suficiente dada por la necesidad y costos, que en estos casos no son nada económicos.