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Maravillas culinarias, shopping y diversión convocan cada vez a más turistas en este pequeño país asiático.
Singapur es un país de exageraciones. Siendo tan diminuto, ofrece una excelente calidad de vida y tiene uno de los paisajes más modernos del mundo. Entre rascacielos y enormes autopistas se descubren espacios que muestran la herencia budista, islámica e hindú. Es posible caminar por una inmaculada galería de tiendas y, minutos más tarde, respirar la esencia espiritual de un templo o disfrutar la algarabía de un mercado ubicado en el centro de Kuala Lampur.
En el pasado se decía que Singapur era un desierto cultural. El conocido autor de ciencia ficción William Gibson la describió, hace dos décadas, como "Disneylandia con pena de muerte" y "el único centro comercial con una silla en la ONU". Sin embargo, la también conocida como la Suiza de Asia se ha transformado poco a poco en un eje cultural que atrae a miles de visitantes en busca de maravillas culinarias, shopping y diversión.
DIRECTO AL PALADAR. La comida singapurense es legendaria; sus animados "hawker centres" (ferias de comida) y cafés abiertos 24 horas son una estampa nacional y hoy en día siguen siendo las mejores opciones para degustar platos locales al mejor precio. En los últimos años, Singapur se presenta como la capital culinaria de Asia. No sólo tiene excelente comida local, sino también platos internacionales gracias a reconocidos chefs como Daniel Boulud, Joel Robuchon y Mario Batali quienes, aprovechando el boom, han abierto allí sus restaurantes.
Para los viajeros en busca de aventuras culinarias Singapur no defraudará. Siguiendo algunas ideas que nacieron en Nueva York y en Hong Kong, los "clubs secretos" son ahora el menú del día. El "Secret Cooks Club", fundado por dos jóvenes inmigrantes, ofrece cenas temáticas. Allí es posible disfrutar de una degustación de sushi al estilo "nyotaimori" (el arte japonés de presentar los rolls encima del cuerpo desnudo de una mujer) o compartir una cena con extraños debatiendo temas de ciencia y filosofía. Hay opciones más atrevidas: un evento llamado "Tú eres lo que comes y también puedes comer lo que eres" requiere que los participantes envíen una muestra de saliva para que el menú de la cena sea creado a partir del ADN de cada comensal.
De cualquier modo, cuando visite Singapur olvídese de los huevos y las tostadas. Sería un pecado no disfrutar un desayuno típico de Dim Sum. Las opciones son infinitas y entre ellas Hai Tien bien vale la pena. Sus delicados bollos elaborados con ingredientes locales y frescos son únicos, y los arrollados de cerdo crujiente son capaces de hacer carnívoro al más consagrado vegetariano.
PARAÍSO DE FASHIONISTAS. Ir de shopping es otra razón para visitar Singapur. Hay quienes incluso aseguran que no tiene nada que envidiarle a Le Marais, en París, o a SoHo en Nueva York. Para comenzar es preciso dar un paseo por Orchard Road, una larga y ancha avenida de tiendas, malls y pequeñas boutiques.
Pero la joya se encuentra escondida en el corazón del barrio musulmán Haji Lane: un espejismo para cualquier fashionista. La pintoresca callejuela, favorita entre jóvenes locales, exhibe las fachadas de tienditas independientes, boutiques exclusivas y cafés de moda. Paradas obligadas incluyen la boutique Know It Nothing, donde es posible encontrar ropa a medida, inspirada en la arquitectura y el mestizaje cultural de los alrededores, y Pluck, una tienda que captura la imaginación de los visitantes por sus divertidos y originales diseños. Si ir de compras le abre el apetito, haga una pausa para disfrutar un delicioso falafel en el Café Le Caire.
EN LA NOCHE. La nueva generación de jóvenes singapurenses e inmigrantes están determinados a colocar Singapur en el mapa de la vanguardia. A pesar de seguir siendo un lugar conservador, las restricciones en el país se han mitigado. Ahora es posible saltar en bungee jumping y hasta rumbear la noche entera aunque la parranda cueste el doble, pues el precio del alcohol sigue siendo muy elevado. Una curiosidad es que el chicle sólo lo venden en farmacias por razones médicas.
Para el viajero intrépido, el bar Crazy Elephant puede ser un sueño convertido en realidad. El local ofrece un espacio para que artistas amateurs presenten sus mezclas ante grupos de jóvenes dispuestos a pasarla bien. Pianos, baterías, guitarras y micrófonos están a disposición del público.
En tanto, los amantes de la naturaleza y el arte pueden deleitarse en Dempsey Hill, una edificación que en el pasado sirvió de cuartel para el ejército inglés y en la actualidad se ha transformado en un complejo cultural con variedad de restaurantes, bares, galerías de arte y spas. El Universal/GDA