Los protagonistas de la historia que conmovió al mundo

Piñera fue el rescatado número 34

El día que ocurrió el accidente de los mineros, el presidente Sebastián Piñera estaba en una gira por Colombia y Ecuador. Apenas le avisaron del suceso, sólo preguntó cuántos eran. Inmediatamente tomó una decisión que marcará su historia presidencial: involucrarse decididamente, y contra todas las opiniones de sus asesores, en una empresa que bien pudo terminar con el gobierno asumiendo una tragedia que ni siquiera era de su responsabilidad. Tuvo esperanza y fe, cuando nadie más lo hacía.

Tampoco escuchó a nadie cuando le dijeron que no subiera a la mina el primer domingo de agosto, sólo horas después de que un intento de rescate fracasara estrepitosamente. Fueron horas duras, en las que dio la cara ante los familiares y, definitivamente, comprometió todo su empeño en una apuesta cada vez más dudosa. Puso a prueba todas sus capacidades, se asesoró con los mejores expertos, calculó todas las posibilidades de hallar a los mineros y delegó responsabilidades en el ministro menos popular de su gabinete, el titular de Minería, Laurence Golborne.

Apenas se enteró de que los trabajadores habían sido encontrados con vida, supo que tenía el derecho de ser quien anunciara oficialmente la feliz noticia. Y surgieron las primeras críticas por el excesivo protagonismo que tomó.

Piñera tomó las riendas de un país que había sido azotado por un terremoto apenas 12 días antes de su entrada a La Moneda. El sacudón de la tierra mostró un Chile que muchos no conocían, y el presidente lidió con un país que debió unirse para ser más fuerte.

El accidente de la mina San José también desnudó fallas de seguridad en una actividad vital para el país, que esta vez volvió a mostrarse unido, con la respetuosa tregua que ofreció la oposición.

Muchos aseguran haber visto al presidente con ojos de admiración en el Campamento Esperanza. Los resultados en las encuestas lo salvan de un año más complejo de lo que un mandatario puede esperar, y la historia de los mineros no se olvidará fácilmente. Es por eso que, en la mina San José, se dice que los rescatados no fueron 33 sino 34, y que el primero de ellos fue, precisamente, el presidente Piñera. LA NACIÓN / GDA

Urzúa, el líder que animó a todos en el "infierno"

Aunque llevaba sólo dos meses trabajando en la mina San José, Luis Urzúa, de 54 años, ejerció de líder durante el encierro que calificó como "un infierno", y fue también el primero en hablar con las autoridades después del accidente.

"Estamos bien y esperando que usted nos rescate", le dijo al presidente Sebastián Piñera en un primer contacto telefónico desde el fondo del yacimiento.

Tiempo después, cuando se encontraron cara a cara en la superficie, Urzúa le cedió simbólicamente el turno y recordó cómo habían vivido allí abajo. Después del derrumbe, contó, hicieron varios intentos por salir y "mucha gente trató de hacer cosas que no eran las mejores, pero por suerte supimos mantener la cordura, y gracias a Dios no hubo ningún accidentado".

Su principal preocupación, entonces, era la suerte de otros compañeros que recién habían abandonando la mina. "Rogamos porque teníamos 3 o 4 personas que iban saliendo. Siempre nos preguntamos si habrían salido o no", contó a Piñera.

"Nosotros veíamos cómo perforaban las máquinas. Los primeros 5 días estábamos seguros de que estaban trabajando por la mina, pero veíamos que era difícil. Sabía cómo estaba la cosa", relató Urzúa que, como jefe del grupo, tenía la responsabilidad de mantener el estado anímico de sus compañeros. "De repente podía decaer pero tenía la suficiente fortaleza como para hablar con los trabajadores, decirles lo que estaba pasando", afirmó.

Al lado del presidente Piñera, a quien agradeció por haberlos rescatado y pidió que no volviera a suceder algo similar, el líder de los 33 reflexionó y agradeció a Dios. "Los que tenemos fe, teníamos la esperanza de que algún día podíamos ser rescatados (…). Creo que es bonita esta historia. Dios por algo hace las cosas. Muchos pueden decir que fue una parafernalia, pero no, estuvimos los que estuvimos que estar", aseguró.

Sepúlveda trajo regalos y reivindicación

Presentador de la mayoría de los videos que se conocieron de los 33 mineros, Mario Sepúlveda sorprendió cuando, ya desde antes de salir de la mina, iba gritando "¡Viva Chile, mierda!" con su potente voz.

Sin lugar a dudas, fue uno de los destacados del grupo desde el primer momento, cuando el mundo conoció su rostro reivindicando a los mineros en la primera de esas grabaciones que surgieron desde el fondo del yacimiento. "Este es un mensaje para el pueblo entero: la familia minera, amigos míos, no es aquella familia que conocieron hace 100 ó 150 años atrás. Hoy día, el minero es educado, es un minero con el que se puede hablar, es un minero que puede sacar pecho, compadre, y se puede sentar en cualquier mesa de Chile", señaló esa vez.

Sepúlveda dijo en esa ocasión que seguirá "atado al yugo", que seguirá trabajando como minero. Y, tiempo después, cuando ya estaba en el hospital tras ser rescatado, volvió a sacar a relucir las condiciones de su trabajo: "Estoy súper contento que me haya tocado este momento. Pero este país debe entender que podemos hacer cambios en el mundo laboral. El empresario tiene que dar las armas para que los mandos medios hagan cambios a nivel laboral", sostuvo.

Sepúlveda pasará a la historia como el más histriónico de los mineros. Como aquel que, a pesar de haber contraído silicosis mientras estuvo bajo tierra, salió del yacimiento impecable y risueño, como si se tratara de un héroe de alguna serie de dibujos animados.

Primero saludó a su esposa y luego se agachó y sacó pedazos de roca con vetas de oro que regaló al presidente Sebastián Piñera y a otros funcionarios. Entre carcajadas y gritos, les dio varios abrazos y palmadas en la espalda. Fue hasta donde estaba el ministro de Minería, Laurence Golborne, y lo abrazó con un "Puta, jefazo", después de entregarle una piedra a él también. Pasó por al lado del jefe de rescate, André Sougarret, y le pidió su casco para su hijo.

Tenía que ser trasladado a la zona de triage para la revisión médica, pero como un jugador que festeja un gol en el último minuto, se acercó a las vallas y saludó a los socorristas alentando un grito de "Chi-Chi-Chi, le-le-le". Luego, aunque pocos pensaran que se dejaría acostar en una camilla, accedió como buen minero a lo que le dijeron sus superiores y se fue al hospital. AFP

El cerebro detrás del rescate perfecto

Con su baja estatura y un casco blanco con su nombre, el ingeniero en minas André Sougarret fue el cerebro del rescate de los 33 mineros. Voló desde Santiago hacia la mina San José después del accidente a pedido del presidente Piñera, sin imaginar que enfrentaría el mayor reto de su vida profesional: abrir una vía de escape para los trabajadores, que no se sabía donde estaban, ni si seguían vivos.

El martes 10 de agosto, Sougarret entró a la mina. "Pensábamos que estaba derrumbado. ¿Qué significa derrumbado? Que son piedras sueltas", recordó. "Pero lo que encontramos fue un bloque, una lápida, como cuando vas en un ascensor y se abre la puerta y se queda entre dos pisos", contó. Ideó los planes para contactar a los trabajadores y tuvo una crisis el 19 de agosto, cuando uno de los sondajes superó los 700 metros sin hacer contacto. Se había desviado, había pasado muy cerca, pero no había dado con el lugar exacto.

"Yo lo que tenía claro era que iban a aguantar 30 días como mínimo, 40 dependiendo del estado de salud de las personas, con aire y agua, sin alimentación. Como una huelga de hambre. Ese era el dato que yo manejaba", contó. Tres días después una sonda contactó a los mineros vivos.

A partir de ese momento, Sougarret nunca más perdió el entusiasmo que lo mantuvo trabajando hasta el final. "Siempre dije, si está la gente viva y tengo contacto con ellos y les puedo dar alimentación, puede pasar un año y no les va a pasar nada. Era cuestión de tiempo", relató. AP

Liliana y una carta de amor inolvidable

Desde el día que establecieron contacto con los mineros, Liliana Ramírez es una suerte de embajadora, admirada por haber sido la destinataria de la primera carta de amor que surgió desde el yacimiento. Ella y Mario Gómez llevan 31 años de matrimonio y tienen cuatro hijas.

"Es el único hombre, un clavel en medio de rosas. Adora a sus hijas y todas andan tras él", contó Liliana, que lloró cuando el miércoles volvió a abrazar a su marido Mario, que tiene 63 años y se hizo famoso por ser "el romántico" de los 33, a pesar de que nunca antes había escrito una carta de amor. "Él es callado y no es de expresar sus sentimientos. Su carta me extrañó; me dice que me ama. Nunca recibí una carta así de él, ni cuando éramos novios había sido tan romántico", contó Liliana. María José, una de sus hijas, colocó las primeras cartas en un cuadro y la mujer reconoció con algo de pudor que "Mario me escribe cosas muy románticas".

Para el encuentro, después de 70 días de separación, Liliana se arregló las manos. "Él nunca me vio desarreglada, yo siempre ando maquillada". Y reconoció con picardía que "hay alguna sorpresita por ahí: un calzón muy pequeñito de color rojo".

Liliana contó que después de dar las gracias a los rescatistas, Mario habló con ella: "Me dijo que nos íbamos a casar por la Iglesia el 7 de noviembre, el día que cumple años". Y antes de que el hombre se fuera en helicóptero a Copiapó, se despidieron como en las cartas: "Te amo, te quiero". AFP Y EL MERCURIO / GDA