Un grupo de mineros volvió este domingo al lugar donde estuvieron atrapados 69 días y visitó el ``Campamento Esperanza´´, donde sus familias se instalaron en carpas para esperar 69 días su regreso desde la profundidad de la tierra.
Los mineros empezaron a llegar temprano y eran esperados por decenas de periodistas locales y extranjeros apostados en el camino de tierra que atravesaba el hoy desolado campamento, hasta la barrera que durante más de dos meses frenó el paso a todos los que no eran rescatistas.
Luis Urzúa, que estaba como jefe de turno el 5 de agosto, cuando un enorme bloque de piedra de centenares de toneladas atrapó a los mineros a 700 metros de profundidad, dijo al llegar al campamento que "es bonito estar donde estuvieron nuestros familiares".
"Esto no tiene palabras", dijo Claudio Yáñez consultado sobre qué sentía al ver el campamento y mientras llevaba a su hija en brazos.
Algunos llegaron en automóvil, evitando a la prensa, y un puñado en un autobús especial.
La prensa no tuvo acceso al servicio religioso ecuménico realizado en esta mina, 850 kilómetros al norte de Santiago.
Del campamento en el que habitaban las familias, que siempre tuvieron fe en que los mineros estaban vivos pese a un segundo derrumbe el 7 de agosto, hoy sólo queda una docena de carpas polvorienta.
Una de las pocas cosas que permanecen intactas son 33 banderas chilenas, cada una con el nombre de un minero, plantadas en un cerro al frente de lo que hasta el miércoles fue una verdadera ciudadela, que llegó a tener unos 3.000 habitantes, de ellos unos 2.200 eran de la prensa.
Hasta los santos abandonan el lugar. La concejala del municipio de Tierra Amarilla, Magaly Cortéz, que llevaba en brazos a San Expedito, "el santo de las causas justas y urgentes", expresó a la AP que "espero que esta estatua sirva para un museo en Copiapó o en algún lugar de Atacama".
Una anciana caminaba lentamente levantando polvo como todos los que estaban en el lugar, llevando una frazada bajo el brazo. También se marchaba el payaso "Rolly", que viajó poco más de 1.000 kilómetros, desde Iquique, para entretener a los niños del campamento durante dos meses.
En la única carpa que se observa movimiento está Griselda Godoy, madrastra del minero Carlos Barrios, 27 años, que llegó a buscar su cocinilla, un tanque de gas, ollas, platos y otros utensilios.
"Siento penita, pero igual estoy contenta porque estoy con el hijo de nuevo", declaró a la AP. Contó que su pareja, Antenor Barrios, tenía tres hijos y que perdió uno a los tres meses de nacido y el otro cuando tenía 15 años. "Por eso el papá (de Carlos) sufrió mucho, pensó que no lo iba a recuperar", no comía ni dormía.
Carlos vive hace dos años y medio con su madrastra y su padre, quien convive con la mujer hace ya 17 años.
De pronto llegó Carolina Soto, sobrina de Jorge Galleguillos, que compartió carpa con la familia Barrios y con la de Víctor Zamora.
Carolina dijo a la AP que "hay muchos sentimientos encontrados. Tristeza, penas, discusiones que vivimos aquí, por tantos días".
Familiares de otros mineros que no estuvieron atrapados pero a quienes la empresa dueña de la mina les adeuda sueldos e indemnizaciones aprovecharon la visita de sus compañeros al campamento para protestar frente a la prensa el pago de sus salarios e indemnizaciones.
AP