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EDWARD PIÑÓN
Terminó la racha sin victorias clásicas en partidos por el Campeonato Uruguayo. Pasó a Danubio en la tabla de posiciones del Torneo Apertura. Le sacó siete puntos a Peñarol en este certamen y eso se convierte en altamente valorable para la tabla anual. Ganó el clásico con diez hombres. No hay dudas, Nacional se llenó los bolsillos con un "pedazo de triunfo".
Y fue notorio que de un lado y del otro se dieron cuenta de la gravitación que tuvo el resultado de esta nueva contienda de los equipos grandes. Porque mientras Gerardo Pelusso se sacaba las ganas de gritar hacia la Platea América con una rabia inusual y sus jugadores se convertían en "bullangueros hinchas" casi pegados al foso de la Colombes, Mario Saralegui buscaba un horizonte para mirar y los jugadores de Peñarol prácticamente decoraban el césped con sus rostros.
La felicidad tricolor comenzó a gestarse en la actitud con la que los jugadores entraron al campo de juego. Hubo decisión para presionar, para pelear por la posesión de la pelota, para tirarse al piso y barrer lo que viniera.
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Hubo concentración, atención en el área, buen juego aéreo con Mauricio Victorino, unas manos muy sólidas de Leonardo Burián que atraparon centros o que rechazaron buenos remates para evitar que la pelota cruzara la línea que más dolor provoca en el corazón del fanático.
La mejor respuesta colectiva estuvo en el temple, en la disposición para cubrir los espacios, para no dejar que Antonio Pacheco se convirtiera en el dueño de la pelota. Y ahí no falló ninguno, porque Nacional metió una barbaridad.
Aunque el fútbol faltó a la cita del eterno duelo, salvo en contadas ocasiones en las que hubo aciertos para entregar la pelota al compañero y mini sociedades como para provocar el desorden en la estrategia defensiva del oponente, el tricolor jugó con la entrega que se le demandaba a sus jugadores producto de los últimos dos antecedentes clásicos.
Los nervios del compromiso, más algunos errores defensivos o aciertos técnicos de los más creativos, fueron los que propiciaron que el partido tuviera alternativas interesantes. Como las que generó Sergio Blanco con sus intrépidas incursiones por las bandas, en las que parecía que iba a perder la pelota y terminaba filtrándose entre tres o cuatro rivales. O como las que logró Peñarol para comprobar que Burián estaba llamado a convertirse en pieza clave.
En el primer tiempo el marcador se pudo mover para los dos lados y si eso no sucedió fue porque tanto Burián como Cavallero se vistieron de héroes. O porque Ligüera y Núñez definieron con un balde puesto en la cabeza.
La primera oportunidad fue para Núñez, quien tras dejar al arquero tricolor en el césped, mandó la pelota a la tribuna. El segundo fue el volante albo, que en lugar de definir a media altura y fuerte o de cederle el gol a Óscar Morales que entraba por la derecha, prefirió tocar cruzado y abajo.
Después de una y otra jugada se repartieron ataques, errores, faltas, algunas miradas desafiantes y nada más.
Por la forma en la que se fueron al descanso parecía que el clásico estaba destinado a terminar con un cero a cero. La sensación cambió de inmediato, cuando Ligüera se perdió el gol en el comienzo del segundo tiempo o cuando Núñez metió un tiro libre que Burián desvió y la pelota dio en el caño.
Con el avance de los minutos, además, mientras el carbonero metió gente de recambio y buscó sacar rédito de la técnica de sus relevos (Fernando Correa y Nasa), el tricolor se dedicó a esperar, a cerrar espacios y a tratar de encontrar una brecha por el lado de Blanco.
No vino por ese sector, llegó por el del "Morro" García que había ingresado por el "Cacique" Medina. Alcoba lo camiseteó en el área y el penal que el "Chapita" convirtió en gol le empezó a poner la tapa a la contienda. La que pudo cambiar por la tontería del "Morro" de gritarle el gol a la Amsterdam, lo que le costó la roja.
Pero, los diez de Pelusso jugaron con alma y corazón. Corriendo, tapando huecos. Sacando pelotas de todos los rincones y hasta dándose el lujo de arrancar el "ole" de la tribuna después de una acción de varios toques consecutivos. No falló nadie. Ni siquiera el juvenil Facundo Píriz, quien ayer por la forma en la que se movió se recibió de jugador de Primera división en 15 minutos.
El clásico terminó 1-0 y con gol de penal. Podría concluirse que fue uno más, pero no es así. Tuvo un valor superlativo. Fue un triunfazo para los bolsillo.
6 clásicos jugados y tres victorias en estas contiendas suma Pelusso. Perdió dos y empató uno.
5 clásicos jugados ya lleva el "Cacique" Medina: cuatro triunfos y un empate. Aún no perdió.
Ovación digital
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