Turquía crece con la "Primavera Árabe"

ESTAMBUL | THE NEW YORK TIMES

No hace mucho tiempo, la política exterior de Turquía daba se centraba en un solo asunto: la isla dividida de Chipre. En estos días, su primer ministro puede haberse convertido en la figura más popular del Medio Oriente.

En un mundo árabe donde EE.UU. parece en retroceso y Europa luce ineficaz, las autoridades de una Turquía confiada y ocasionalmente audaz, han ofrecido una visión de lo que puede surgir de la agitación a lo largo de dos continente.

"Turquía es el único país que tiene un sentido de hacia dónde van las cosas y tiene el viento que sopla en sus velas", dijo Soli Ozel, un profesor de relaciones internacional en la Universidad Bilgi, de Estambul.

La política exterior del país ha concitado la atención de muchos en Medio Oriente y más allá, después que el primer ministro Recep Tayyip Erdogan hizo una gira, hace dos semanas, por tres países árabes que han sido testigos de las revoluciones, Túnez, Egipto y Libia. Hasta los críticos de Erdogan quedaron impresionados con el simbolismo del viaje.

Si bien muchos critican su veta de autoritarismo interno, el público en el exterior parecía conquistado por un hombre que se presentó a sí mismo como el orgulloso líder musulmán de un país democrático y próspero que ha salido con fuerza del lado de la revolución.

"Lo que está ocurriendo en Medio Oriente es una gran oportunidad, una oportunidad de oro", indicó un alto jerarca del gobierno. El viaje marcó un punto de inflexión, después de lo que muchos vieron como una serie de reveses para un país que, al igual que la mayoría del mundo, no anticipó las revueltas en la región.

Después de tratar durante mucho tiempo al mundo árabe con una dosis de desdén -Israel y Turquía eran aliados estratégicos en los años `90- Turquía pasó años cultivando relaciones con Muamar Gadafi en Libia, y el presidente Bahar Asad en Siria. Más de 25.000 turcos trabajaron en Libia, en tanto Siria fue visto como la puerta de salida de las ambiciones de Turquía de integración económica en parte de Medio Oriente.

Aun después que las revueltas hicieron erupción, Turquía se opuso a la intervención de la OTAN en Libia. Hasta el mes pasado, tuvo esperanza de que Asad pudiera supervisar una transición en Siria.

Si bien Erdogan salió temprano a reclamar que el presidente Hosni Mubarak dejara el poder en Egipto esa postura le significó muy poco costo. Mubarak y Erdogan nunca sintieron simpatía mutua y las autoridades egipcias tenían resentimiento por el creciente perfil de Turquía.

VISIÓN. En una entrevista, el ministro de Relaciones Exteriores Ahmet Davutoglu, quien es visto por muchos como el arquitecto del compromiso de Turquía con la región, expuso la nueva política. Dijo que Turquía se posicionaría del lado de las revueltas, especialmente en la vecina Siria, que representa el mayor desafío. Insistió que podría ayudar a la integración de la región mediante su economía, que casi ha triplicado las exportaciones desde que Erdogan asumió en 2002.

Lo que delineó sugirió una versión inicial de la Unión Europea para Medio Oriente -integración económica y coordinación política- y Davutoglu sostuvo que un arreglo de esas características necesitaría eventualmente un grado de cooperación militar. "Debería haber propiedad regional", dijo.

La visión es reconocida como ambiciosa y la descripción inicial de que hizo Davutoglu de "cero problemas" con los vecinos ha chocado con las dura realidad de la región. Turquía enfrenta una crisis creciente por los derechos sobre el gas en el mar en torno de Chipre, que todavía está dividida entre las regiones griega y turca y sigue siendo un desorden de política exterior para Turquía. Las relaciones con Israel colapsaron después del incidente con un flota turca que intentó llegar a la franja de Gaza en 2010 para quebrar el bloqueo.

Irán, el vecino de Turquía al Este y competidor en la región, está resentido por la decisión turca de ceder a la presión de EE.UU. para recibir una estación de radar como parte del sistema de defensa de misiles de la OTAN. Los líderes sirio y turco dejaron de hablarse.

Pero, la sensación del ascenso de la influencia y el poder turcos es tan pronunciada en el país en estos días, que a veces linda con lo patriotero. Ha tocado a la profunda corriente de nacionalismo y quizás una insinuación de romanticismo, alimentada por los más religiosos, sobre el retorno de Turquía al mundo árabe que en el que imperó durante más de cuatro siglos.